Florence: asteroide cercano con dos lunas

En el mes de agosto de 2017 el asteroide 3122 Florence se acercó a la Tierra a una distancia de sólo siete millones de kilómetros y llegó a ser tan brillante, que pudo ser observado con prismáticos caseros. Como era de esperarse, todos los ojos estuvieron puestos en él, a pesar de que en los telescopios, por potentes que fueran, su imagen no era más que un punto de luz similar a la de una estrella, como puede apreciarse en la primera imagen de este escrito. La única manera que se ha encontrado hasta ahora de hacer una imagen que permita ver la forma de un asteroide –exceptuando el viaje de una nave espacial que vaya hasta él– es por medio de ecos de radar: desde un gran radio telescopio se envían ondas que rebotan en el astro y regresan a la Tierra, donde son sometidas a un análisis para determinar su topografía. La verdad es que las imágenes obtenidas no son muy nítidas, pero para cuerpos cercanos a la Tierra, como Florence, el método es muy apropiado porque la potencia de la señal recibida crece en proporción inversa a la cuarta potencia de la distancia al objeto. Así, si un asteroide está a un millón de kilómetros, la señal recibida será dieciséis veces mayor (24) que si está a dos millones. Pues bien, en las imágenes de radar obtenidas por medio de antenas ubicadas en Goldstone, California y Arecibo, Puerto Rico, se ve, no sólo la forma de  Florence, sino dos satélites que lo acompañan (figura 2).

Dos fotografías del asteroide Florence, tomadas desde el Observatorio Fabra de Barcelona, con una diferencia entre ellas, de apenas 8 minutos

A primera vista podría parecer que esto es una novedad: ¡un asteroide con satélites, como si fuera un planeta! Y más cuando se trata de un astro pequeño, porque se necesitan más de cuatrocientos millones de asteroides como el  Florence para llenar el volumen de la Luna, pues tiene un diámetro de apenas cuatro kilómetros y medio. Pero la realidad es que este no es el único caso en el que un cuerpo mayor tiene uno o varios menores, unidos por la fuerza de la gravedad. Las primeras detecciones de este tipo de astro se hicieron en los años setenta del siglo pasado observando el momento en el que una estrella es ocultada por un asteroide; en ese instante la luz de la estrella decae durante un tiempo más o menos largo en función de la distancia y del tamaño del cuerpo que oculta. En algunas ocasiones, como fue el caso de Hebe en 1977, el brillo de la estrella bajó por un momento antes de ser ocultada y entonces se pudo concluir que hay allí otro cuerpo tan pequeño, que los telescopios no alcanzan a detectarlo, pero tan cercano al observado que se puede asegurar que gira alrededor suyo. En 1993 la nave Galileo, que iba en camino hacia Júpiter, tomó la primera fotografía del satélite de un asteroide: se lo llamó Dactyl y gira en torno a Ida que tiene unos 60 kilómetros en su dimensión mayor.

Cinco imágenes de radar de Florence, tomadas con la antena de 300 metros de Arecibo, en Puerto Rico. Los rastros de los dos satélites se han señalado con flechas

En unos pocos casos se han encontrado satélites de asteroides en imágenes tomadas por el telescopio espacial Hubble o por grandes instrumentos de tierra equipado con óptica adaptativa para reducir el efecto atmosférico. Otro método de detección es el análisis de la curva de luz en la que se pueden ver variaciones en caso de que un satélite pase por el frente del asteroide, produciendo un eclipse parcial del mismo.

El asteroide 243 ida con su satélite Dactyl, en imagen tomada por la sonda Galileo. Crédito: NASA, JPL

Hasta el presente se han encontrado más de cien asteroides a los que se les ha confirmado la existencia de uno o varios satélites, pero el número total, sumando los que están por confirmar, supera los trescientos. Llama la atención el hecho de que se han hallado más satélites en asteroides cercanos a la Tierra que en los del Cinturón Principal, a pesar de que estos últimos son cincuenta veces más numerosos. Esto se debe a que el método de detección por radar sólo se ha aplicado a los cercanos a la Tierra porque para los demás, la señal recibida es muy débil y los satélites no se detectan. Entre los asteroides que tienen satélite cabe destacar a Apollo con su pequeño satélite de 80 metros; Sisyphus, que tiene 8,5 km, con uno de con uno de 800 metros, y al 153591 que con sólo 2,5 kilómetros de diámetro, tiene un satélite de 1 kilómetro y otro de 500 metros. Sorprende también el 300163 que constituye un asteroide binario porque el Telescopio Espacial Hubble le encontró un compañero del mismo tamaño, y que es además, un cometa con coma y cola, por lo que también se llama 288P. Y, por supuesto, no podemos olvidar a Patroclus, uno de los llamados Troyanos que comparten órbita con el planeta Júpiter. En la Ilíada, Patroclus era hijo de Menecio, y es el prototipo de la amistad porque dio la vida por su amigo Aquiles; el Patroclus del cielo tiene muy distante a Aquiles que también es un asteroide troyano, pero en cambio su padre Menecio hace órbitas a su alrededor a sólo 680 km de distancia.